Vida y victoria en el fútbol

La vida es, según como se mire, o muy corta o muy larga. Puede avanzar como un chispazo o como una carrera de tortugas. Sin embargo, lejos de esta debate hay una idea clara que, normalmente, todo el mundo cumple: aprovecha el día. Y ahí es donde entra el pasatiempo con el que cada uno elige vivir. El fútbol fue, es y será uno de ellos. Es el deporte rey, pero porque aquel que lo practica lo disfruta como el Rey Midas su codicia.

Si no hay porterías se crean con 2 chaquetas. Si no hay campo se improvisa en una calle. Si no hay balón se puede usar una botella vacía. La imaginación no debe cesar. Aunque hay algo que nunca puede desaparecer: las ganas.

Ganas de jugar y de disfrutar, pero ganas también de vencer, de competir. Porque a menudo se nos llena la boca con el discurso de “lo que importa es participar”, pero no nos paramos a pensar que el ser humano es ganador por naturaleza. Por una cuestión de supervivencia. Es cierto que debe tenerse en cuenta la participación en el juego como dogma principal, pero no se puede olvidar aquello por lo que existe el deporte.

La victoria es algo que todo el mundo desea pero que sólo uno consigue. Es injusta, pues nadie merece experimentar la derrota. Y con esto me refiero a que la derrota es algo previsible. Antes de salir al terreno de juego, uno ya sabe que perderá. Y precisamente evitarlo es lo que sustenta el deporte.

Hay que respetar al rival y, sobre todo, respetarse a uno mismo. Tras esto, hay que respetar a la derrota. No obstante, también hay que anhelarla. En el fútbol, el balón es el protagonista, porque sin él nada existiría. Pero la victoria es el tesoro preciado. Da igual la edad, la categoría o la división.

El ser humano quiere sobrevivir en la jungla del planeta Tierra y el futbolista quiere vencer para no bajar a los infiernos de la decepción y la tristeza. Perder es algo que cualquiera sufre en algún momento de su vida. Es algo rutinario, doméstico. Ganar, sin embargo, tiene unos tintes divinos. Ganar te eleva al altar de tu cerebro. Ganar te da ínfulas de semidios, aunque sea por un segundo.

No olviden que ganar es exótico, impropio del que juega para pasarlo bien. La victoria se ha hecho un nombre en el mundo, sobre todo en la cabeza de todos.

Artículo de Juan Ángel Martínez. Periodista. Valencia Base

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